El camarero de Arroyo Culebro: La calle quiere cambio

Por Enrique Riobóo

El viernes pasado, tras una apasionante semana de noticias, unos amigos y yo decidimos "cerrarla" tomando algo en una terraza de Arroyo Culebro. Pese a ser ya noche, la temperatura era magnífica y el lleno de las terrazas daba buena cuenta de ello.

Quienes me acompañaban y yo mientras tomabamos algo comentamos alguna de esas noticias que llaman la atención (la manifestación de la generación "ni-ni", por primera vez existirá en España una generación bien preparada que va a vivir peor que sus padres), las próximas elecciones,.. en esto se acercó un camarero a traer unos refrescos y, como se le veían ganas, le pinchamos para que entrara en conversación. Con cuidado y con la rara habilidad que dan muchos días de trabajo y escuchar a cientos de personas, le preguntamos cómo le iba el negocio, cómo veía él la economía.

Se despachó a gusto, parecía haber estado esperando ese momento. Como no podía ser de otra manera le preguntamos qué opinaban sus clientes, los vecinos de Arroyo Culebro, de las próximas elecciones.

En este punto el camarero confesaba: "Yo soy de izquierdas, soy un trabajador, pero yo veo aquí que existe mucho desencanto, mucha decepción". Y proseguía emocionado: "En las fiestas pasadas lo ví claramente. Aquí viene todo el mundo, yo colaboro también con la asociación de vecinos, me gusta participar. Pero había que ver como cada vez que viene el alcalde la gente le gira la cabeza para no mirarle. Se crea un silencio casi violento. Existe mucho descontento" subrayaba el camarero.

Y se extendía en más y más detalles que omitiré por discreción. Pero no puedo pasar por alto cuando empezó a relatar hechos incontestables: "No se puede ser alcalde para comprarse un cochazo. O hacerse con su chalet de aquella manera, incluso creo que su señora está denunciada" y así, uno a uno, sin saberlo, este camarero comenzó a relatar una y otra las portadas de este periódico.

Mis amigos no daban crédito: era la voz de la calle. Era esa sabiduría popular que solo tienen los que trabajan de sol a sol, tan lejos de las influencias y los pesebres municipales. Allí a las 12 de la noche el camarero fue describiendo trabajos periodísticos que bien conozco y que me han ocupado muchas horas, esfuerzo y dedicación. Es cierto que todo está muy mal, pero la lección de dignidad y sabiduría que nos ofreció el camarero esa noche tardaré mucho en olvidarla.

Esa es la gente que mueve el país, que levanta todos los días la ciudad, a la que no se engaña con falsas palabras, con fotografías preparadas. Vecinos que saben distinguir las noticias de la propaganda y el autobombo. Quiero mostrar públicamente mi admiración a todos esos vecinos, ellos también hacen que me sienta orgulloso de mi profesión, que merezca la pena aguantar todos los embites, presiones y discriminaciones vengan de donde vengan. El camarero de Arroyo Culebro nos ofreció gratuitamente la mejor encuesta electoral, la de la gente sencilla y trabajadora que quiere una ciudad mejor y que, sin duda, aprovechará el próximo 22 de mayo para hacer oir su voz.